Puede relacionarse con otros trastornos autoinflingidos, por ejemplo la tricotilomanía, que es el hábito de arrancarse intencionadamente el cabello o la onicodacnomanía que es el hábito de morderse con fuerza las uñas para sentir dolor.
La onicofagia es muy frecuente, sobre todo en niños, mientras que la onicotilomanía se presenta en raras ocasiones, predomina en adultos y se asocia a trastonos psiquiátricos.
[3][4][5] La destrucción constante del lecho ungeal puede provocar infecciones crónicas (paroniquias) y onicodistrofia.
Se han propuesto diferente tratamientos para esta afección, entre ellos medicamentos siquiátricos o el uso de algún sistema de protección local para evitar la autoagresión.
La primera descripción del mal fue realizada en 1934 por el dermatólogo polaco Jan Alkiewicz.