Después de varios intentos, Oliver se convirtió en una amenaza para su dueña y tuvo que ser vendido.
El periódico Los Angeles Times dedicó un extenso reportaje a Oliver como posible eslabón perdido o nueva subespecie de chimpancé.
La Buckshire Corporation, un laboratorio de Pensilvania que arrienda animales para pruebas científicas y cosméticas, compró a Oliver en 1989.
Él nunca fue usado en experimentos, pero los siguientes nueve años su hogar sería una pequeña jaula, cuyo reducido tamaño le generó atrofia muscular al punto de que sus miembros temblaban.
[1] Posteriormente fue cremado en una ceremonia especial y sus cenizas fueron esparcidas en el santuario donde vivió sus últimos catorce años.