En ese tiempo lo cuidaron su madre Josefina Lozano, su tía Amalia Paz Solórzano y su abuelo paterno, Ireneo Paz (1836-1924), un soldado retirado de las fuerzas de Porfirio Díaz, intelectual liberal y novelista.
Su padre, Octavio Paz Solórzano (1883-1935), el menor de siete hermanos, trabajó como escribano y abogado para Emiliano Zapata; estuvo involucrado en la reforma agraria que siguió a la Revolución, fue diputado y colaboró activamente en el movimiento vasconcelista.
[4][5][6] Todas estas actividades provocaron que el padre se ausentara de casa durante largos periodos.
Regresé a casa con el traje desgarrado, un ojo semicerrado y la boca rota.
Asimilando un lenguaje que recuerda al estilo religioso y, paradójicamente, marxista, encuentra el verdadero valor del arte en su intención, en su sentido, por lo que, los seguidores del arte puro, al carecer de él, se encuentran en una posición aislada y favorecen la idea kantiana del «hombre que pierde toda relación con el mundo».
[10] La revista Barandal apareció en agosto de 1931, dirigida por Rafael López Malo, Salvador Toscano, Arnulfo Martínez Lavalle y Octavio Paz, jóvenes antecedidos, excepto por Salvador Toscano, por cierta celebridad literaria debida a sus padres.
Rafael López participó en la revista "Moderna" y, al igual que Miguel D. Martínez Rendón, en el movimiento de los agoristas, aunque era más comentado y conocido por los estudiantes preparatorianos, sobre todo por su poema "La bestia de oro".
«Abanderado con el poema La toma del poder de Louis Aragón», según recuerda Efraín Huerta, Alberti venía como afiliado del Partido Comunista Español para dictar una serie de conferencias, después de las cuales se reunía con los jóvenes poetas, entre ellos Octavio Paz, quien recuerda que «Una noche, todos los que lo rodeábamos le leímos nuestros poemas... Todos éramos de izquierda pero ya desde entonces sentía cierta desconfianza ante la poesía política y la literatura que después se llamó 'comprometida'.
En aquella época, en 1934, Alberti escribía una poesía política –es la época de Consignas–, aquel librito en el que había afirmado que la poesía debía estar al servicio del partido comunista, una posición muy semejante a la de Louis Aragón en Francia.
La redacción del diario íntimo que comenzará a expresar, solo conocerá la publicación hasta cuatro años después, en 1938, bajo el título de Vigilias: diario de un soñador, en la revista Taller, cuando hayan sucedido dos hechos trascendentales en su vida, su estancia en Yucatán y la guerra civil española.
[14] Plegándose, entonces, sobre su propia angustia, Octavio Paz entendió que solo con la renuncia podría obtener.
Hora de palpar la realidad, Octavio Paz se encuentra con una tierra entrañable y extraña, acogedor espacio que se ata por la memoria y se desvanece en el filo del descubrimiento; otra vida, otra presencia late y se respira en medio del calor: la de lo indígena, imagen que en la luz se erige como un signo para ser descifrado o comprendido, que exige una acción, como dice Octavio Paz: «De este encuentro parte, en realidad, todo intento de comprensión, todo esfuerzo por acercarse a lo que verdaderamente mueve a la Península.
Invitado por Neruda y Alberti, asistiría también Carlos Pellicer, conocido por su catolicismo y franco antifascismo; él, al igual que Paz, eran los únicos mexicanos que no pertenecían a la LEAR aunque, a diferencia de este, no era mirado con tanta suspicacia y menos con la desaprobación de algunos grupos por su reticencia frente a la doctrina del realismo socialista; Paz viajaba así con la velada acusación de ser trotskista, sin serlo.
En esta antología se daban a conocer poesías de García Lorca, Pedro Salinas, Jorge Guillén y Manuel Altolaguirre.
Al año siguiente contrajo matrimonio con la francesa Marie José Tramini, su compañera hasta el final.
A su regreso de España, participó en 1938 como cofundador en la revista literaria Taller, en la que escribió hasta 1941.
En 1943 recibió la Beca Guggenheim e inició sus estudios en la Universidad de California, Berkeley en los Estados Unidos.
[20] Durante esa estancia, en 1950, publicó El laberinto de la soledad, un innovador ensayo antropológico sobre los pensamientos y la identidad mexicanos.
[23] En 1959 regresó a París y tres años más tarde fue designado embajador en la India.
Trabajará los próximos años enseñando en diversas universidades estadounidenses, como las de Texas, Austin, Pittsburgh, Pensilvania, Harvard.
En el prólogo del tomo IX de sus obras completas, publicado en 1993, Paz declaró: En México, antes había sido visto con sospecha y recelo; desde entonces, la desconfianza empezó a transformarse en enemistad más y más abierta e intensa.
[28] Experimentación e inconformismo pueden ser dos de las palabras que mejor definen su labor poética.
Ninguna etiqueta le cuadra y ninguna le sobra, aunque el mismo Paz reconoció que en su formación «fundamentales fueron los surrealistas, con quienes hice amistad en el año 46 o 47, que en esa época estaban más cerca de los libertarios».