Pío IX incluyó en las letanías lauretanas las palabras "Madre del Buen Consejo", en veneración a esta advocación.
Durante el Imperio romano, los francos langostinos y la corte imperial había establecido nuevamente sus dominios en las villas junto a los centros más importantes de la ciudad.
Pidió permiso a los frailes para dar en patrimonio al templo su herencia con la que se restablecería nuevamente la estructura deteriorada.
Pío V como exvoto envió un corazón de oro; Urbano VII, en 1630 fue en peregrinación para pedir la ayuda durante una plaga; Inocencio XI, coronó a la imagen.
En la Segunda Guerra Mundial, una bomba explotó en la Basílica, destruyendo todo el altar principal, pero la imagen de la virgen permaneció sin daño alguno.