Novela en El Salvador

La novela salvadoreña nace bajo el signo del costumbrismo, muchas veces de tinte festivo y humorístico.

A principios del siglo XX el ensayo, el cuento, la leyenda, la conferencia, la tesis y la crónica eran los géneros más cultivados por los prosistas de El Salvador.

Miguel Escamilla publica en 1908 Cosas del terruño, novela nacional dedicada a la clase popular urbana.

En 1933, el abogado José Leiva escribe, pensando en obsequiar a sus amigos, la novela El indio Juan (Espasa Calpe, Madrid, 1933), una edición de apenas 100 ejemplares.

Mechín (pseudónimo del general José María Peralta Lagos); y El Jetón, de Arturo Ambrogi publicado en 1936, podrían también ser considerados como "novelines" o novelas cortas.

La prosa de Rivas Bonilla alcanza alturas clásicas sin renunciar al tema campesino y costumbrista.

J. Edgardo Salgado escribió tres novelas: Sor Clemencia, Maldición y Vidal Cruz (1949), esta última con regusto bucólico, en palabras de Gallegos Valdés.

Justicia, señor Gobernador (1960) y Cada día tiene su afán (1964) son las dos novelas del escritor unionense Hugo Lindo, cuya obra más relevante es poética, pero que se desenvuelve también con excelencia en lo prosístico.

Yolanda C Martínez ha escrito varias novelas que han gozado de gran difusión local: Esos fríos ojos azules y Corazón ladino, entre otras.

Rafael Menjívar Ochoa forma parte de la llamada Generación del Cinismo, con Castellanos Moya, Escudos y Miguel Huezo Mixco.

[1]​ Waldo Chávez Velasco, narrador, cuentista, poeta y dramaturgo, incursionó dos veces en novela: ¿Quién secuestró a Scott?

Jacinta Escudos ganó el Premio Centroamericano de Novela Mario Monteforte Toledo 2003 con su celebrada obra A-B Sudario.

Su primera novela publicada (Angeles Caídos) le valió el reconocimiento local e internacional al abordar el tema de la homosexualidad abiertamente desde una perspectiva más humana.