Su labor quedó escrita en un documento que, inédito, se halla en un archivo español y del que sacó copia Félix Cipriano Coronel Zegarra; esta copia permanece en la Biblioteca Nacional del Perú.
Esta propuesta incluía también una iniciativa para que las casas y edificios de la ciudad se enumeraran (diferenciando entre pares e impares a cada lado de la calle) y que la numeración apareciera en la puerta del edificio.
En un primer momento se aprobó esta propuesta, pero debido a los cambios de autoridades que ocurrieron ese año, hasta el año siguiente 1861 no se retomó la idea y fue sometida nuevamente a estudio para ver si el Cabildo poseía efectivamente las facultades para realizar tal cambio y los demás asuntos de carácter operativo.
Sin embargo, también hubo muchos pobladores que se opusieron al cambio, entre los que se encontraban el historiador Ricardo Palma y don José Antonio de Lavalle En 1862 se aprobó definitivamente el cambio en la nomenclatura señalando que las calles continuadas serían denominadas jirones y tendrían los nombres de los departamentos del Perú.
En ese sentido, se dispuso separar un jirón de sentido norte a sur y señalarlo como principal que serviría como el eje divisorio del plano de la ciudad ya que, en su recorrido, uniría todos los jirones con los nombres de las circunscripciones del país.
Al efectuar el cambio de denominación no se cumplieron plenamente los principios establecidos para distinguir por una parte departamentos y ríos, por otra, las provincias.