La actividad artística de Tournier se puede resumir en dos períodos, el primero centrado en Roma, donde vivió entre 1619 y 1626.
Su estilo pictórico, aunque sigue en lo esencial el gusto impuesto entre los caravaggistas, caracterizado por las luces contrastadas, los temas profanos y un tono general desmitificador, se ve siempre matizado por un mayor refinamiento y elegancia en las posturas, de raíz aún manierista, menos atraído por los tipos vulgares que sus compañeros caravaggistas.
Sus cuadros se recrean en la plasmación pormenorizada del detalle (telas, joyas, peinados, vestiduras), con una cuidada y armoniosa selección de la gama cromática.
Asimismo, los tipos humanos tienden a la idealización y se distribuyen en el espacio siguiendo esquemas geométricos.
Todas estas características alejan en parte su arte de los postulados caravaggistas y lo aproximan a la otra gran escuela pictórica italiana del Barroco: el clasicismo boloñés.