En los documentos más antiguos se le encuentra citado como de Apulia, lo que hace pensar en una procedencia meridional (el término Apulia en la época designaba todo el Reino de Nápoles), y tal vez visitara Nápoles (donde habría podido conocer al catalán Guillem Sagrera) o Francia (donde habría podido estar en contacto con las obras del borgoñón Claus Sluter), antes de establecerse en Bolonia hacia 1460.
Esta obra, sin embargo, no tuvo una influencia significativa en la escuela emiliana de la época: su furiosa fuerza expresiva fue rápidamente amortiguada por los difundidísimos llantos del modenense Guido Mazzoni, de tonos más sosegados que miran a la cultura umbro-florentina.
Sin embargo, la obra gracias a la cual Niccolò alcanzó fama fue la restauración del Arca de Santo Domingo, que le valió el sobrenombre del Arca.
Esta atormentada obra, que custodiaba los despojos de santo Domingo de Guzmán en la basílica homónima, había sido comenzada algunas décadas antes por Niccolò Pisano y su taller (en particular Arnolfo di Cambio); luego fue retomada por Niccolò dell'Arca antes de ser completada por algunas figuras del joven Miguel Ángel Buonarroti a principios del siglo XVI.
En este trabajo son perceptibles referencias al renacimiento toscano, con una mayor atención a la fisonomía de los personajes, según el estilo borgoñón.