Se hacía entonces necesaria alguna iniciativa para dejar documentado a las generaciones venideras esta manifestación lúdico-deportiva que es, sin duda, uno de nuestros deportes más tradicionales, aunque haya dejado de ser el más popular.
La creación de un museo dedicado a los bolos no significa que el juego haya muerto.
En estas últimas décadas el tiempo ha corrido más velozmente y la conjunción de todo lo apuntado con el interés que pusimos desde la asociación Pico Peñamellera, dio como resultado una reflexión sobre la relevancia social de este juego como elemento cultural puesto de manifiesto en la mitología asturiana y por escritores como Jovellanos, Clarín, Palacio Valdés, Celso Amieva, Alejandro Casona, etc.
La bolera-museo convierte al museo en interactivo y es un complemento estético del mismo.
También podemos observar trozos de madera más elaborada y distintos utensilios y elementos en general de fabricación casera (pertenecientes a distintos artesanos) plantillas, limas, escofinas, gubias, serruchos, barrenos, zuelas, cepillos, compases...
Podemos observar distintos elementos etnográficos que se han usado a lo largo del tiempo en la limpieza, preparación y acondicionamiento de las superficies sobre las que se ha jugado a los bolos.
Las bolas son generalmente redondas y de diferentes tamaños según la modalidad.
En este apartado el museo quiere recoger el paso histórico de juego rural a deporte, lo que ha permitido que nuestro viejo juego de los bolos y entiéndase lo de viejo como calificativo que quiere prestigiar y enaltecer, haya llegado a nuestros días con cierta salud, al menos en las modalidades federadas.
Desaparecen las partidas locales y aparecen los jugadores que se desplazan de unos lugares a otros para participar en campeonatos.
Trofeos y distintos objetos de los grandes campeones ilustran este apartado.
Recordamos en este apartado importantísimos valedores: jugadores, periodistas, mecenas, historiadores, federativos, aficionados, armadores, artesanos...