Los salitres del lugar provocaron una pelea entre tribus, el cual lleva por nombre la guerra del salitre, ya que de esta salía sal, elemento importante en su cocina.
Esta Fruta viene del cactus donde es considerada en la región la mejor de las pitayas, la razón por la cual se considera como la mejor es por su terreno seco y arenoso, debido a la alcalinidad de la tierra.
Durante la época colonial, Techaluta formó parte del territorio conocido como Provincia de Ávalos, por la encomienda otorgada a Alonso de Ávalos en el siglo XVI.
El clima es semiseco, con otoño e invierno secos, y semicálido, sin cambio térmico invernal bien definido.
Por su clima semiárido y su tierra volcánica, Techaluta es reconocido por sus deliciosas pitayas, una fruta exótica que los antiguos llamaban “tunas de agua.” La fruta es parecida en consistencia a la tuna de nopal pero con mayor dulzura que crece en espectaculares colores que varían desde moradas, amarillas, y rojas, hasta blancas.
La máscara es blanda, semejante a la de la guanábana y puede pelarse fácilmente con la mano.
Incluso, las pitayas silvestres suelen abrirse ligeramente por sí solas, aunque para los recolectores sólo hay dos clases de pitayas, la silvestre y la criolla, la gente suele identificar a la fruta por su color y así la denominan como "pitaya roja", "bugambilia", "amarilla" o "blanca".
Ninguna desmerece en frescura, pero en tamaño, sabor y calidad de azúcares, la mejor es la variedad conocida como "pitaya mamey", que por cierto hace referencia a su tamaño (similar a una manzana mediana), y no al color.
La raíz tardará tres años en dar frutos y aunque en el extremo del brazo, donde estaban las pitayas podrán renacer al siguiente ciclo.
La pitaya sólo se da entre los meses de abril y junio y es cuando tras unas tres o cuatro horas de trabajo, durante esos meses, los recolectores terminan de llenar sus canastos con 200 o 300 pitayas que después se repartirán entre familiares y vecinos, o bien, se venderán en el pueblo, comunidades vecinas o a la orilla de las carreteras.
En México se dan 19 de ellas, que crecen en forma silvestre (80 por ciento) o cultivada.
La Secretaría de Desarrollo Rural estima que existen 400 hectáreas de plantíos de pitaya, pero la producción es muy variable: en algunos municipios, como Techaluta o Amacueca, puede haber densidades que van desde 625 a 825 plantas por hectárea, mientras que en otros, apenas se encontrarán 50 plantas por hectárea.Así pues, con la monografía y la investigación que a través del programa de Apoyo para las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMyC) que otorga el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, la fotógrafa, Natalia Fregoso y los investigadores Raquel Ibáñez y Rubén Páez Kano, se dieron a la tarea de realizar por medio de trabajos colectivos e individuales y de tradiciones orales de los habitantes de Techaluta; todo lo relativo a este mexicano fruto que es la pitaya se desprende también a partir de la difusión que se le ha dado a este cultivo en Jalisco desde 1996: se le ha brindado la importancia que amerita, "ya que anteriormente el productor sabía lo rentable de la actividad, pero para llegar al mercado estaba sujeto al coyotaje", señalaron los investigadores.
Ahora, se saben muchas cosas del pitayo, por ejemplo que se adapta a condiciones adversas al suelo y clima en las que no sobreviven otros cultivos, y además es muy rentable por los bajos costos de producción y riesgos.
También es regenerador de suelos y puede combinarse hasta con dos cultivos en su etapa de crecimiento, observándose en algunas parcelas que está en combinación con el maguey pulquero y el pasto.
Ahora se sabe más de este fruto que bien podría ser también un verdadero símbolo nacional.
En la feria de la pitaya se celebren diferentes actividades que fomentan el turismo en el municipio y genera una gran derrama económica entre estas festividades están la pelea de gallos, fiestas taurinas, bailes, concursos, etc.