Aunque fueron simples rumores, si existiese ese tercer manuscrito, su redacción fue interrumpida por el papel relevante que jugó como portavoz del chiismo, en Irak sobre todo, estableciéndose como gran Ayatolá y por su trabajo de maestro en Najaf.
[8] Los ulemas y otros estudiosos de Najaf pronto se enfrentaron a los comunistas.
Defendía que un estado islámico respeta los intereses individuales pero los subordina a principios morales y espirituales.
Especialmente es conocido por cómo debe ser el sistema económico islámico, que desarrollará en profundidad en su mayor obra, Iqtisaduna.
La diferencia que establece Baqir al-Sadr entre el Profeta, el imán y el Marja’ es la siguiente: el Profeta es el mensajero que recibe, entrega y aplica el mensaje divino; el imán interpreta ese mensaje y, por último, el Marja’ posee la comprensión del Islam desde sus fuentes originales junto con una piedad que le permite controlar su propia conducta a través de la disciplina.
[15] El chiismo en Irak tuvo que enfrentarse, en primer lugar, a los británicos durante su ocupación en la década de 1920.
Más tarde, esta comunidad religiosa estuvo discriminada en la política iraquí, tanto en la etapa monárquica como en la republicana a partir de 1958.
Se desarrolló en la clandestinidad, de forma jerárquica y su principal objetivo fue centrar su acción no solo en Irak, sino en todas las comunidades chiíes del mundo.
[19] Tal fue la disputa interna que al-Sadr se vio obligado a renunciar como faqih del partido.
Aunque los dirigentes chiíes del Dawa estaban desorganizados, los dos principales líderes espirituales, Mushin al-Hakim y Muhammad Baqir al-Sadr, se movilizaron para paliar la situación.
Desde allí se enviaron multitud de cartas a diferentes estados y grupos islámicos para conseguir su apoyo frente al régimen baazista.
Solo obtuvieron el apoyo moral de Egipto, Arabia Saudí, Yemen del Norte y Pakistán.
[24] Tras las Revolución Iraní de 1979, el partido Baaz se puso en alerta al ver peligrar su poder.
Se produjeron disturbios ese mismo año en Najaf y Kerbala por impedir que Baqir al-Sadr dirigiese una delegación para felicitar al nuevo dirigente de Irán.
Una carta de al-Sadr dirigida al Ayatolá provocó su arresto y traslado a Bagdad.
[22] Su hermana, Bint al-Huda, fue llevada también a la capital por el gran activismo que desarrolló para conseguir la puesta en libertad de al-Sadr.