Trasladada al hospital más cercano, no pudo hacerse nada por su vida.
El tanatólogo Thomas Noguchi,[nota 1] quien participó en la autopsia, no halló restos de barbitúricos en el estómago, «casi totalmente vacío» (The stomach is almost completely empty), de la actriz (No residue of the pills is noted).
[4] Para Ralph Greenson, su psiquiatra, «Marilyn tendía a relacionarse con personas que le hacían daño».
[1] Al parecer, la relación amorosa entre el futuro presidente y la actriz habría comenzado tres meses antes, cuando coincidieron en una cena privada, organizada por la hermana de John (Patricia Kennedy) y su esposo, el actor británico Peter Lawford.
Trasladada al hospital más cercano, no pudo hacerse nada por su vida.
En esta ocasión, le disgustó sobremanera que Marilyn Monroe, sin pretenderlo, hubiera pasado información confidencial a un comunista que, como sabía la Oficina de Investigación, estaba en contacto con espías extranjeros.
Marilyn vivía desde hacía poco tiempo en una casa de estilo mexicano, situada en el número 12305 Fifth Helena Drive en Brentwood (California).
La noche de su muerte, un vecino observó que una ambulancia se había detenido cerca del domicilio de la actriz; allí estuvo estacionada unas cinco horas hasta que, finalmente, se supo lo ocurrido.
Además, ¿qué tenía de extraño que estuviera despierta si padecía insomnio crónico?
Eunice volvió a contar su antigua versión de los hechos hasta que —sorprendentemente—, cuando la entrevista había ya terminado, se preguntó: «¿A mi edad, tengo que seguir tapando todo esto?».
Greenson, sin embargo, le habría pedido que la dejara quedarse esa noche.
A eso de las nueve y media, volvió Robert con otros dos hombres.
Otash declaró que —por encargo del jefe del sindicato de camioneros Jimmy Hoffa, que «se la tenía jurada» a los Kennedy, especialmente a Robert— se habían instalado micrófonos ocultos en los domicilios de Peter Lawford y Marilyn.
Esa noche, Lawford —«borracho, trastornado y muy nervioso»— se presentó en casa de Otash.
Tras atender una llamada del masajista Ralph Roberts y decirle que Marilyn no estaba, se fue.
Siguiendo el relato oficial —a las doce, como dijeron en un principio, o a las tres y media, como aseguraron después—, habría recibido la llamada desesperada del ama de llaves comunicándole que Marilyn estaba muerta.