Este (y por lo tanto Islandia) pasó a hacer parte de la Unión de Kalmar, junto con Suecia y Dinamarca, con esta última como la potencia dominante.
Lo anterior creó un dramático déficit en la balanza comercial islandesa, y como resultado no se volvieron a construir barcos para el comercio con el continente.
A mediados del siglo XIX una nueva conciencia nacional se desarrolló en Islandia, liderada por intelectuales islandeses educados en Dinamarca inspirados por ideas románticas y nacionalistas de la Europa continental.
Este se reconoce como un continuador del Althing de la Mancomunidad Islandesa, que durante siglos fue un cuerpo judicial y fue abolido en 1800.
Los delegados de la isla, encabezados por Jón Sigurðsson, hicieron su propia propuesta, lo cual molestó al representante del rey, que disolvió la reunión.