El monasterio de Santa María fue un monasterio medieval cisterciense que vertebró la vida económica y social de la Tierra de Montes desde su fundación, en el siglo XII, hasta la exclaustración producida por la desamortización en el siglo XIX (1842), año en la que tuvo lugar su subasta pública.
La misma obra pone en relación la fundación del monasterio con el afán fundacional del emperador Alfonso VII y al mismo tiempo resalta la importancia de esta fundación haciendo hincapié en el número de monjes fundadores, doce, número muy elevado si se compara con otras fundaciones similares que se estaban llevando a cabo en la misma época en tierras gallegas.
[2] Su primer abad y fundador fue Pedro, que fallecería hacia 1160 sucediéndolo en el cargo Pedro Martínez, noble gallego, posiblemente natural de la propia Terra de Montes, y que hizo importantes donaciones al convento.
Otro prior fue fray Martín del Pueyo que dirigió la comunidad durante dos trienios (1581-1587) y actuó como subprior casi veinte años más.
Durante toda su historia el convento mantuvo una gran cantidad de pleitos relacionados con sus propiedades y privilegios.
Esta cantidad era tal que la comunidad mantenía frailes residiendo casi ininterrumpidamente en Santiago, La Coruña y Valladolid para ocuparse de su tramitación y la defensa de los intereses del convento.
Solo el Tumbo Grande de los documentos relativos al convento se conservó.
Nuevos privilegios reales recibió el convento en los primeros años del siglo XIII.
El rey San Fernando también otorgó nuevas donaciones a la comunidad.
Las extensas posesiones del convento incluían cotos, tierras aforadas, encargos, beneficios parroquiales, granjas, neveras (estableciéndose deberes para juntar la nieve y acarrearla), ganado...
Uno de los servicios más necesarios para el convento, y por lo tanto del que se conservan mayores referencias, era el transporte de vino desde las viñas que poseía en la ribeiro del Avia.
Las arquivoltas se adornan con cadenas, estrellas caladas, flores y ajedrezado.
Las laterales son de menor dimensión que la central también más alta, y tienen menos decoración.
El ábside central se compone de un tramo recto limitado al oriente por un contrafuerte y la parte pentagonal.
El ábside central posee semejanzas con la iglesia bernarda de Penamor.
La fachada del templo fue totalmente rehecha no conservándose nada de su fábrica románica.
La fachada se remata con una cruz sobre un pedestal y a la izquierda del conjunto se sitúa el campanario con una espadaña compuesta de dos cuerpos, que fue restaurada en 1911 al haber sufrido graves daños por el impacto de un rayo sucedido en enero del año 1900.
Frente a la fachada, en la explanada se encuentra un crucero, obra de Quireza José Ferreiro en 1893, en el que se representa la figura del Redentor, una Verónica y en el reverso la Inmaculada Concepción sostenida por ángeles.
El templo se abre hacia el exterior por medio de ocho vanos no pertenecientes a la fábrica original románica, sino producto de reformas posteriores.
La cabecera se compone de tres ábsides, siendo la central pentagonal y circulares las laterales.
La capilla mayor se cubre con una bóveda estrellada de estilo gótico datada en el siglo XVI.
Un arco formero moldurado sirve de acceso a esta capilla.
La del evangelio está dedicada a San Benito y la de la epístola a San Bernardo, la primera con el arco adornado con estrellas caladas, flores cruciformes y diversa ornamentación geométrica.
En el siglo XVII la obra amenazaba ruina, motivo por lo que se reforzó con contrafuertes.
De los muchos enterramientos que acogería este templo solo dos se conservan: De las primitivas edificaciones apenas quedan muestras, ya que las reformas realizadas desde la mitad del siglo XVI en adelante, incluso hasta 1813 las hicieron desaparecer.
La actual residencia parroquial se conserva en buen estado, haciendo ángulo recto con la fachada de la iglesia.
El claustro del curro es rectangular y de grandes dimensiones.
El claustro procesional es una obra realizada en la segunda mitad del siglo XVIII.
Otro de los departamentos a destacar es el gran salón, posible sala capitular.
Las estancias monacales fueron restauradas en 2005 y convertidas en un hostal-monumento, la «Hospedería San Gonzalo das Penas», con tres estrellas de categoría.