[3] Esta afirmación abrió un debate entre los académicos que continúa existiendo en la primera década del siglo XXI.
Esta zona se considera a comienzos del siglo XXI como Tierra de Campos, caracterizada por su suelo arcilloso en el que abundan los cultivos de cereal y los árboles más habituales son los quejigales, los encinares formando dehesas, y ya desde mediados del siglo XX los pinares (pinus pinea).
Desde el punto de vista geológico los materiales que se encuentran corresponden a periodos Terciarios y Cuaternario.
El paisaje agrario dominante corresponde a cultivos de secano explotados mediante labor intensiva: principalmente trigo y cebada.
Menciona otras localidades desaparecidas en la zona a comienzos del siglo XXI como son: Iahafes, Zabales y Rubiolos.
[9] Ponce recibe este honor tras casi veinte años al servicio militar del emperador leonés.
Formaba parte del más reducido círculo cercano al rey, era tenente de Sanabria y Cabrera.
Es a partir de este instante cuando el monasterio se prepara para recibir la orden benedictina.
Moreruela no es un caso excepcional y se creyó durante mucho tiempo que fue el primero de los fundados en la península ibérica.
Las investigaciones realizadas comienzan a mostrar una intervención de los nobles leoneses muy cuantiosa, sobre todo si se comparan con las aportaciones reales.
Sea como fuese las investigaciones arqueológicas realizadas muestran un gran esfuerzo constructivo a lo largo de los siglos posteriores.
La mitad de ellos vivía en las instalaciones, el resto se encontraba in itiniere realizando estudios, tareas administrativas, atendían parroquias, en prioratos.
Esta regla dispersa a los monjes que se ocultan en los pueblos cercanos del territorio libre de ocupación francesa.
Los monasterios cistercienses respondían a un mismo programa constructivo, y podían comprender otras instalaciones tan diversas como la hospedería, la enfermería, la botica, los molinos, las fraguas, los palomares, las granjas, los talleres y todas aquellas, que prestaran servicio a una comunidad auto subsistente.
Tras estos espacios se vertebraba después las áreas administrativas tales como el calefactorio, los refectorios respectivos para los monjes y los conversos.
No se conserva íntegro el conjunto del edificio, pero sí lo suficiente para dar una clara idea de sus formas y volúmenes iniciales.
Las paredes en el interior eran de piedra vista, o enlucidas en blanco, sin pinturas, ni vidrieras.
Las siete capillas se abren a la girola mediante un arco de medio punto sustentado por dos columnas.
Las naves de la iglesia se derribaron en algún instante entre la exclaustración y la última década del siglo XIX.
Es una sala con planta rectangular dividida en dos naves en la que los monjes hacían trabajos colectivos a cubierto de la intemperie.
El refectorio de monjes medieval se subió igualmente al segundo piso durante las reformas del siglo XVII.
La jerarquización orgánica es desconocida, por la recurrente aparición en las escrituras de compra-venta del monasterio se sabe que estaba regido por un abad, un prior y un cillerero.
Los monjes que habitaban en las dependencias del monasterio estaban sometidos a las reglas de San Benito.
Al finalizar este periodo los monjes regresaron y se retomaron inmediatamente las reparaciones del edificio.
El arqueólogo e historiador Manuel Gómez-Moreno inicia una singladura en la primera década del siglo XX recorriendo diversos monasterios y lugares sagrados.
Cuando ve por primera vez Moreruela afirma que es el primer ejemplo de monasterio Císter en la península ibérica.
Se realizaron igualmente diversas excavaciones arqueológicas en la zona de la Iglesia, Refectorio y algunos como la fragua.
El primer proyecto de restauración se firma en 1989, retrasado en fechas debido a los problemas administrativos que suponía la expropiación.
El poder evocador de las ruinas ha atraído e impresionado a diversos artistas desde mediados del siglo XIX.
Resulta normal que el monasterio atraiga las miradas populares al ser una de las primeras expresiones del Císter en la península.