La característica más sobresaliente en comparación con el monasterio occidental es la ausencia de claustro.
La entrada al monasterio se hacía a través de un portal cubierto donde había unos bancos que podían ocupar los mendigos visitantes a la espera de una limosna.
A lo largo de los grandes muros se articulaban las distintas dependencias.
A veces tenía una mesa alargada en el centro de la estancia y en otros modelos las mesas eran semicirculares y estaban encajadas en unos nichos rectangulares, o bien se trataba de cubículos semicirculares dispuestos en los muros laterales.
Había además otros espacios más pequeños para hospedería, baños y enfermería.