Aunque los antiguos pueblos germánicos tenían una figura institucional (el kuningaz o "rey") que les lideraba en la guerra,[1] el territorio de la actual Alemania no acogió el nacimiento de ninguna de las monarquías germánicas, es decir, las que se fundaron por los pueblos germánicos (visigodos, ostrogodos, francos, longobardos, burgundios, anglos, sajones) que se establecieron en el territorio del Imperio romano de Occidente a partir del siglo V.
Fue el reino de los francos, cuyo territorio inicial era el norte de la actual Francia y el Benelux, el que se expandió por el territorio entre el Rin y el Elba.
Tras el periodo merovingio, en el que se dividió en varios reinos (Neustria, Austrasia, Borgoña, etc.) se reunificó y convirtió en el Imperio carolingio.
[2] El debilitamiento del poder imperial dio el poder efectivo sobre el territorio a la nobleza feudal, laica y eclesiástica, de entre los que los más poderosos se convirtieron en príncipes electores (Kurfürst), los únicos que intervenían en la elección imperial desde 1356.
El establecimiento de una Confederación Germánica que pretendía consolidar el Antiguo Régimen no logró impedir los movimientos liberales y nacionalistas que llevaron a la unificación alemana.