Realizó sus estudios secundarios en el Seminario Conciliar de Santiago.
En 1919, el papa Benedicto XV lo designó Obispo Auxiliar de la arquidiócesis de Santiago, dirigida por los obispos Crescente Errázuriz y luego por Juan Ignacio González Eyzaguirre.
Allí había edificado una elegante mansión, "que parecía un palacio",[2] y dos pequeñas casas.
Vivió siempre sin ruido, sin ostentación; pero trabajó, estudió, hizo el bien sin cesar, abnegadamente, con generosa caridad.
A pesar de su inquebrantable decisión de vivir olvidado en el retiro, en el silencio, la Iglesia le confió los puestos más delicados, las obras más importantes, las comisiones más difíciles y en todo momento el ilustre Prelado supo mostrarse activo, hábil y prudente; sus títulos y múltiples labores son el mejor comprobante.
Sincero admirador de las Ordenes Religiosas el Ilustrísimo señor Claro les guardó siempre respetuosa deferencia; jamás les negó su concurso y apoyo, cuando acudían a él.
Harto sensible es la pérdida del Ilustrísimo señor Claro para la Iglesia y para la Patria en horas difíciles para ambas, pues las dos necesitan hoy hombres de la rectitud, del mérito que él poseía, capaces de señalar rumbos en problemas que exigen abnegación, experiencia e inspiración superior; problemas que hoy tanto apasionan, que agitan profundamente los ánimos y que si no se llevan por la tranquila senda de la justicia, de la verdad, del orden, pueden precipitar al abismo, a la ruina general.