Anhelaba pasar a la historia como el impulsor de la revolución española, en la que creía con firmeza.
[14] La prevista huelga general se fue retrasando sucesivamente a octubre, noviembre y diciembre, y el capitán Galán, reunió al Comité y propuso materializar la rebelión el viernes día 12, justificando que de esperar al día 15, establecido por el Comité Nacional, se otorgaban permisos a la oficialidad perdiéndose así valiosos elementos.
Poco más tarde Alfonso Rodríguez acompañado del capitán Gallo, leyó el Bando Revolucionario rodeado de un grupo de vecinos, y luego, se dirigieron en comitiva al Ayuntamiento, donde izaron la bandera republicana ante los sorprendidos jaqueses que les acompañan.
[19] El Estado mayor sublevado toma una decisión: cubrirse sin presentar combate, y enviar emisarios a parlamentar.
A excepción de unos pocos oficiales, entre los que se encuentran los capitanes S. Sediles, I. Anitua y J. Mº.
Piaya, los militares y civiles insurrectos se entregan a las tropas gubernamentales.
[24] Las ejecuciones de los capitanes Galán y García Hernández causaron gran conmoción en todo el país, despertando un sentimiento antimonárquico.
En el primero fue condenado a muerte el capitán S. Sediles, lo que provocó manifestaciones y declaraciones solicitando su indulto.
[27] Cuatro meses después, en las elecciones Municipales que la monarquía había convocado como un plebiscito, -únicamente los varones podían votar-, se proclamó la II República mediante el voto popular.
Con la rebelión, los fusilamientos y los juicios sin garantías, los rebeldes habían generado en las clases populares el sentir republicano que anhelaban.