Esto tuvo como consecuencia diversas peleas con familiares, con compañeros de trabajo e incluso con personas desconocidas en la propia calle.
No podía salir de su asombro al ver a aquel desconocido sosteniendo un cenicero y con la mano sangrando.
También intentó llamar al servicio apretando un botón desde su cómoda, sin que nadie apareciera.
Más tarde incluso Fagan se atrevió a preguntarle si tenía un cigarrillo con el que obsequiarle.
Finalmente una camarera abrió la puerta y gritó asustada al ver aquel extraño sentado en la cama real.
Este fue su segundo intento victorioso de acceder al palacio; en el anterior, que tuvo lugar apenas tres semanas antes, entró al palacio por una claraboya abierta del techo y deambuló por los pasillos más de media hora.