De carácter inquieto y locuaz, siempre estaba dispuesto a discutir con sus congéneres.
"Menocchio" llegó a elaborar incluso su propia cosmogonía, resumida de la siguiente forma: en un principio, reinaba el caos.
Dios fue entronizado como el Señor, con poder sobre cuatro capitanes: Lucifer, Miguel, Gabriel y Rafael.
Ésta no era una blasfemia ocasional, "Menocchio" difundió reiteradamente estas expresiones, argumentándolas, con lo cual su situación era muy grave.
Varios testigos manifestaron haber escuchado estas declaraciones de boca del propio Scandella, y los mismos reconocieron haber reconvenido a Scandella el pronunciar estas herejías, advirtiéndole sobre las consecuencias que podrían acarrearle.
Scandella, tras dos años de prisión, obtuvo un afortunado "perdón" oficial: era excarcelado, aunque esta libertad era absolutamente condicional, ya que se le prohibía salir de Montereale y debía vestir un hábito con una enorme cruz.
Este castigo le generó a Domenico que muchos pobladores no quisieran acercársele, por considerarlo prácticamente como un excomulgado.
Sin embargo, el autor reconoce que la mayoría de sus libros le fueron regalados "por mujeres o curas".
Además, se sabe que había leído Zampollo (Il Sogno del Caravia), el Decamerón (que le fue obsequiado por Nicola di Porcia), la Biblia en lengua vulgar y, supuestamente, el Corán, además de Il Fioretto della Bibbia (una traducción de crónicas medievales catalanas compiladas de varias fuentes).
El vicario Maro le preguntó a Menocchio si era cierto que había dicho que las misas por los muertos eran inútiles (según Giuliano Stefanut, las palabras pronunciadas por Menocchio habían sido precisamente: "¿Qué haces dando limosna en memoria de estas pocas cenizas?").
Menocchio respondió que "quise decir que debemos preocuparnos por ayudarnos unos a otros mientras todavía estamos en este mundo, porque después Dios es quien gobierna sobre las almas; las oraciones y limosnas y misas ofrecidas para los muertos se hacen –como yo lo entiendo– por amor a Dios, quien luego hace lo que le place, porque las almas no vienen a poseer esas oraciones y limosnas, y pertenece a la majestad de Dios recibir estas buenas obras, ya sea para beneficio de los vivos o de los muertos".
[1] En críticas adicionales contra la Iglesia, Menocchio declaró que rechazaba todos los sacramentos, incluido el bautismo, como inventos humanos y meras "mercaderías"; instrumentos de explotación y opresión en manos del clero.