La rareza del tema permite a Correggio no sujetarse a ninguna tradición iconográfica, y tal libertad se traduce en una ocasión para impostar de manera innovadora la imagen.En un dibujo preparatorio conservado en el Museo del Louvre, se ve que el artista había ideado primeramente una solución más simple, con una disposición rigurosamente simétrica de las cuatro figuras, mientras en el centro colocaba un putto sentado sobre una nube portando la corona del martirio.Posteriormente debió reconsiderarlo y prestar atención al particular punto de vista oblicuo que mantendrían los espectadores en la capilla para la que se realizaba el encargo.Particularmente santa Flavia, que al principio se representaba con el brazo derecho llevado al pecho y vuelta de perfil, asume finalmente una posición más frontal, con los brazos abiertos y la mirada vuelta al cielo, en una dulce aceptación del propio martirio.Una gestualidad que Correggio retomará en años próximos con la figura del Cristo en la Oración del Huerto[5] y que fascinó, casi un siglo más tarde, a Federico Barocci.