Ese mismo año contrajo matrimonio con Josefa Gutiérrez de la Portilla.
[2] Las fincas y demás bienes que constituían la base económica del antiguo Marquesado, fueron recuperadas y ampliadas mediante compra, por el heredero del último marqués, el general boliviano Fernando María Campero Barragán (1808-1883), quien ejerció el control de toda la región, aprovechando la confusión reinante en la zona fronteriza entre la naciente República de Bolivia y la Confederación Argentina.
La disputa judicial entre Campero y sus impugnadores tuvo diferentes estadios, hasta que la Corte Suprema de la República Argentina resolvió la cuestión en 1877, declarando caducas e incompatibles con el régimen jurídico y constitucional argentino, las antiguas mercedes reales otorgadas en encomienda sobre los pobladores de Cochinoca y Casabindo.
[1] Los restantes bienes del antiguo Marquesado fueron divididos por disposiciones testamentarias de Fernando María Campero Barragán, en 1883.
También, Tomasa de la Peña Campero y Santa Cruz, era sobrina del Mariscal de Zepita, Andrés de Santa Cruz, lo que explica el papel que jugó Fernando María Campero Barragán en el delicado equilibrio entre la Confederación Argentina y Bolivia en la primera mitad del siglo XIX.
Por su parte, los bienes ubicados en el territorio argentino correspondieron a sus hijos habidos del segundo matrimonio de Fernando María Campero-Barragán con Corina Aráoz, como también a los restantes hijos legitimados y nacidos de su unión con Vicenta Valverde.
Hoy la descendencia de los marqueses se encuentra esparcida en Bolivia y en el Norte argentino.
No obstante, en el periodo de la Guerra de la Independencia, entre 1812 y 1825, la situación fue ambigua porque tanto Juan José Feliciano Fernández Campero, como también su hijo Fernando María Campero Barragán, eran tratados socialmente como "marqueses".
En América, los titulares del marquesado fueron los siguientes: Sin embargo, cabe señalar que dos descendientes más pretendieron el título: Ver también: