En este periodo, el poeta se documenta y recibe influencia del siglo de Oro español.
Mientras se encuentra fuera de Santa Cruz por trabajo, muestra su preocupación por elogiar su tierra natal y desea plasmar en su obra el amor hacia las personas que allí viven, en especial a las mujeres extremeñas.
Aparte del amoroso, al autor lo embriaga un sentimiento de incertidumbre religiosa, aumentando su fe católica durante los años, que queda reflejado en su poesía.
Se preocupa más por la calidad de sus obras, aunque no abandona su forma métrica: rima asonante en versos pares, quedando libres los impares.
Aparecen numerosas personificaciones como «las manos del olvido» o «piedras benditas que hoy nos besan».
También se encuentran preguntas retóricas y numerosos sustantivos de idealizaciones del cuerpo, con lo que el autor busca alcanzar a Dios.
Pero la obra cumbre de Mario Simón es, sin lugar a dudas, el libro que escribe (incluyendo por vez primera prosa y verso) por su pueblo natal.
Es un verdadero libro de historia en verso y prosa con Dios como testigo; todo ello intercalado entre rimas (las rimas escritas durante estos años sin publicaciones de poesía) como las que aparecen en la dedicatoria a su mujer e hijos: Desgraciadamente, su mujer fallece tras editar Sonetos de amor en 2002 (primera y única obra en el siglo XXI hasta la fecha), dedicado a su mujer.
La leyenda cuenta que «durante la crucifixión de Cristo, la sangre que derramó cayó sobre unos lirios rojos y otros blancos; tras los años, un paisano de Santa Cruz encuentra esos lirios convertidos morados en Tierra Santa y los lleva a Santa Cruz, donde son custodiados siglos después por San Pedro de Alcántara».