[2] El joven Brull leía con impaciencia toda la poesía que pudo, y le impresionó especialmente la obra de los poetas simbolistas franceses.
Poco después se casó con Adela Baralt y, en un giro profesional, ingresó en el servicio diplomático cubano.
Brull estaba decidido a salir de Cuba donde, agotado por años de lucha por la independencia y preocupado por los problemas a que se enfrenta cualquier país nuevo, las artes estaban anémicas, desinteresadas en los grandes experimentos (cubismo, futurismo, etc.) que habían brotado con tanta fuerza en Europa.
En política, denunció las dictaduras en general y pidió la formación de un gobierno cubano que respondiera mejor a los deseos del pueblo.
[7] En París, donde vivía en 1928, publicó su segundo libro de poesía, Poemas en menguante, que fue escrito en español.
Dos o tres veces al año hacía viajes a distintas partes del mundo.
Brull trabajó durante muchos años en una traducción al español de los poemas más famosos y más difíciles de Valéry : "Le Cimetière Marin" (El cementerio marino) y "La Jeune Parque" (La joven parca).
Brull admiraba a la gente que era capaz tanto de la acción como del pensamiento.
Sus poemas también vieron la luz en las publicaciones literarias cubanas más importantes: Social, Gaceta del Caribe, Espuela de Plata, Clavileño, Orígenes y El Fígaro.
[14] Tenía largas conversaciones con el poeta español exiliado, Juan Ramón Jiménez, quien escribía un tipo similar de poesía.
[15] Ese mismo año (1954) su último libro de poemas, Rien que... (Nada más ...), salió en París.
[16] Es evidente la influencia del español, Juan Ramón Jiménez, y el mexicano, Enrique González Martínez.
Brull dejó en claro que la poesía era la purificación del pensamiento y la forma, pero nunca la abstracción.
Sin embargo, el simbolismo y la deshumanización se vincularon con firmeza en la mente de muchos.
[22] Este interés por el sonido se puede encontrar no solamente en los esfuerzos de Mallarmé y Valéry para alcanzar la poesía pura, sino también en los romances populares de la tradición poética española, una fuente que atrajo a otros poetas que escribían en español, el más famoso siendo García Lorca.
Sin embargo, tal interés radical en el sonido no era más que un capítulo en la poesía de Brull.
Pero su origen latinoamericano no le permite olvidarse de los tallos y hojas del todo.
En sus últimas obras, Tiempo en pena y Nada más que…, la poesía de Brull adquiere un tono melancólico, sombrío y reflexivo, como un tono adquirido en un viaje hacia el agujero negro del existencialismo, posiblemente intensificado por tragedia personal (la muerte de su esposa) y un mundo a su alrededor que parecía desmoronarse (la guerra civil española seguida de la Segunda Guerra Mundial).
[40] "Jamás la poesía cubana había tocado el fondo de la desesperanza con tal discreción y soledad.