Mariano Azaña

Desarrolló su carrera fundamentalmente en el teatro, incorporándose al elenco titular del Teatro de la Comedia en los inicios de su actividad.

En esa etapa estrena obras cómicas de, entre otros, Pedro Muñoz Seca (La tela, 1925; Los extremeños se tocan, 1926; Anacleto se divorcia, 1932) y Enrique Jardiel Poncela (El cadáver del señor García, 1930, con Casimiro Ortas; Las cinco advertencias de Satanás (1935), con Elvira Noriega).

Tras la Guerra civil española estrena de nuevo en La Comedia Lo increíble, de Jacinto Benavente.

Posteriormente forma compañía propia, incorporándose más adelante sucesivamente en las de Concha Catalá y Rafael Rivelles, trabajando en ambos casos en el Teatro Lara.

En la gran pantalla participó en una treintena de títulos, trabajando a las órdenes, entre otros, de Ladislao Vajda, Rafael J. Salvia y Luis César Amadori.