Su fuerte carácter y acendrado patriotismo corrieron al parejo con los del compañero de su vida.
Compartió con Maceo, su esposo, las tentativas rebeldes, las persecuciones, la guerra, los montes y el destierro.
Se tuvo que marchar del país y fue a residir a Costa Rica, allí fundó el Club de Mujeres Cubanas de Costa Rica.
Su encanto personal hacía aumentar los fondos colectados y su labor de ímpetu no era superada por nadie.
Si en algún momento no pudo estar a su lado, causas muy poderosas se lo impidieron.