Manuel Malbrán (hijo)

[1]​ Fue hijo del también embajador Manuel Esteban Malbrán Achával y María Luisa de la Lastra.

[2]​ Se trasladó a Buenos Aires, donde realizó su educación secundaria en el Colegio San José.

También en dicha universidad y en la del Salvador, fue profesor adjunto de Derecho Internacional Privado.

[1]​ En 1974 comenzó a colaborar escribiendo artículos y editoriales en el diario La Prensa.

Así y cursando los  grados inferiores llega Manuel a sus primeros 9 años.

Se instalaron en un departamento de la calle Suipacha Nº      entre Juncal y Arroyo.

Tristan Malbran, su abuelo, ya había vivido sobre la calle Suipacha en un petit hotel, entre Viamonte y Tucumán.

En plena adolescencia y habiendo sido su padre destinado como embajador en los EEUU se lo inscribe, pupilo, en el colegio San José  donde su padre había cursado la escuela primaria y secundaria.

El padre dejaba a su hijo en un ámbito educativo que conocía desde niño y en la cual confiaba plenamente.

Manuel se llevó del colegio una estricta disciplina personal que mantuvo durante toda su vida.

Tenía un talento natural para la oratoria, tal vez algo de herencia pues su padre era considerado un elegantísimo orador.

Le fue una herramienta muy útil en la vida política para arengar e intentar convencer tanto desde el encumbrado escenario, como subido al modesto banco de una plaza.

Por ese entonces su padre le alquiló un departamento sobre la calle Paraguay donde hoy funcionan tribunales en lo Civil y Comercial de la Capital.

A la vuelta ingreso como abogado “ junior ” en el Ferrocarril Pacifico con oficinas en ese tiempo en los pisos superiores de la actual galeria de ese nombre en las calles Florida y Córdoba ; su primer trabajo.

Se casó en la Iglesia del Santísimo Sacramento sobre la calle San Martín ceremonia a la que asistió el entonces Presidente de la República, Ramón Castillo.

Ello en razón del peligro que significaba para la navegación civil el cruce del atlántico en plena y trágica conflagración y obviamente, la inexistencia al momento de aviones comerciales de línea.

Ese sería el último viaje del Embajador a su querida patria, cuando llegó ya se lo vió con signos de enfermedad.

Pedro Eugenio Aramburu, llamó a elecciones para el año 1958, Manuel Malbran se largó de lleno a la militancia política en el Partido Demócrata Conservador de la Capital Federal que  por ese tiempo presidía el abogado mendocino Oscar Vicchi y del que participaban Emilio Hardoy, Enrique Pinedo y otros muchos.

Probablemente fuera que lo llevaba en la sangre pues tanto su padre como su abuelo transitaron desde altos cargos  por la política nacional e internacional.

Chile siempre ha sido para la Argentina una de sus representaciones diplomáticas más sensibles, vitales las denominaba el embajador Carlos Muñiz  según recuerda el historiador Juan Bautista Yofre.

23 y 31) Anota Yofre, en la obra citada: “ Otra de las informaciones que atrajeron su atención fueron las enviadas por Manuel E. Malbran, su antecesor en el cargo.

Decía para terminar: “ Se aleja otro miembro de la selecta legión que conocemos.

Distinguida no menos dedicada en la función como diplomática, como mujer le adorna la discreción de ese encanto que rara vez se conquista, pues mas bien es un don que se posee sin saberlo.

Son escasos los aptos para servir una causa que reclama los mejores” Vuelto al llano se dedicó nuevamente a su profesión y a poner en orden sus intereses, pero tampoco le fue ajena la creciente conflictividad del problema limítrofe argentino chileno en la zona del canal de Beagle.

Artículos que luego reuniera en un pequeño libro que dio en llamar “ LA CUESTION DEL BEAGLE “ y en cuyo prologo dijo el Dr. Isidoro Ruiz Moreno : “ El Dr. Manuel E. Malbran, con amplio conocimiento del asunto – puesto que fue embajador argentino en Santiago -, en una serie de artículos periodísticos dio a conocer sus conclusiones y ha demostrado en forma acabada, el derecho de la República Argentina.

Trascendió su orgullo y alegría cuando recibió el carné que lo acreditaba como periodista.

Muerto su padre cuando ella apenas contaba cinco años llevaba en algún recodo del alma el peso pretérito de la orfandad.