Manuel Clemente Ochoa

[1]​ Dice Zubiaur Carreño que «este impacto, tal vez, marcó su intensa percepción del color pictórico y ayuda a entender el reluciente bruñido de sus esculturas posteriores.

Los angelotes rescatados de las cenizas a que se redujo el retablo del templo parroquial le introducirían en un mundo mágico de formas.

Desde 1962, tras obtener la cátedra de dibujo en enseñanza secundaria, fue profesor en la Escuela Universitaria de La Laguna, en Tenerife (Islas Canarias) y luego, en 1968, continúa en Barcelona, donde se instaló definitivamente.

El bronce se convierte en uno de sus materiales favoritos y la figura del ser humano en su referente fundamental a las que les imprime una verticalidad, cercana a la ingravidez, que se convertirá en una constante de su obra.

Sus esculturas también están presentes en varios museos: Lanzarote, Vilafamés, Zaragoza, Vence, Navarra, etc.