Manuel Antonio Carreño
Alcanzó durante su vida gran preponderancia en el ámbito de la diplomacia y la pedagogía.En la Real Orden, sin embargo, se establece que en las nuevas ediciones de esta obra, se debían suprimir las referencias al país para el que fueron escritas (Venezuela) y de esta forma adaptarlas a una población más universal.En la obra abundan las normas morales y religiosas que tanta importancia tenían en el siglo XIX y que, evidentemente, ya han perdido en gran parte su vigencia por el largo tiempo transcurrido.En lo que se refiere a la urbanidad y buenas maneras, hay que acordar que, aunque parezca una exageración, este libro ejerció una enorme influencia en la sociedad culta venezolana durante varias generaciones y, aún hoy, resultan fácilmente identificables, algunas de dichas normas, para los extranjeros recién llegados al país, sobre todo de origen europeo.Vale la pena señalar que el mundo no estaba preparado en esa época para unas ideas tan revolucionarias en el aspecto social, como puede verse a través del análisis de la propia biografía de Teresa Carreño: en Venezuela se abolió la esclavitud poco después (con José Tadeo Monagas) y se le concedió el voto a la mujer a mediados del siglo XX, unos 100 años después de la edición del libro.Como parte de su trabajo como educador, tradujo con la colaboración del doctor Manuel María Urbaneja, el Catecismo razonado, histórico y dogmático del abate Thériou, y la Introducción al método para estudiar la lengua latina de biburno.La abuela fue con ellos, pero no la hermana mayor de Teresa, Emilia, quien a los quince años insistió en quedarse en Caracas para casarse con su primo, Manuel Lorenzo Carreño.