Siendo todavía un infante fue protegido por el sacerdote Alejandro Carreño, quien le dio su apellido.
En ocasión de este nombramiento ofreció al Cabildo Eclesiástico varias obras suyas: 6 lamentaciones, un Miserere, un Christus factus est y 2 motetes.
Aunque no formó parte de la escuela del padre Sojo (la famosa Escuela de Chacao), estuvo vinculado a ella y aprovechó sus enseñanzas.
Enseñó música a varios de sus hijos para dedicarlos a esa profesión: Así, Juan de la Cruz Carreño y Juan Bautista Carreño se convirtieron en compositores y Carreño Ciriaco se convirtió en cantante y organista.
Su obra musical lo sitúa entre los primeros compositores nativos de música religiosa como misas, motetes, salmos y diversos cantos religiosos en un país que sobresale por su importante contribución a la música durante el periodo colonial.