En 1962, con el padre en misión diplomática, la familia se traslada a la capital porteña.
De vuelta al país, ingresa en la Universidad, pero no concluye sus estudios.
Desde 1974 y hasta 1978 enseñó música en el colegio San José ―al que llamaba «su» colegio―.
Le invade un enorme escepticismo y, en ese marco, considera que la canción sirve muy poco en materia de ayudar a cambiar un estado de cosas que duraba, penosamente, hacía varias décadas.
Y lo hace con la que sería su última obra, Poncho de sesenta listas, la cual obtuvo el segundo premio en aquel certamen.