La cultura de ambas poblaciones era muy similar, por lo que se las suele englobar en un mismo grupo.
El primero en aludir al término mahorero es el ingeniero Leonardo Torriani, quien en su obra publicada en 1590 alude a que los aborígenes de Lanzarote y Fuerteventura se llamaban así por denominarse Maoh sus islas.
[1] Otros autores contemporáneos a Torriani como el portugués Gaspar Frutuoso o el espurio Juan de Abréu Galindo, indican en sus obras que «...los isleños de estos dos islas se llaman mahoreros, que en nuestro idioma quiere decir ganaderos, porque este es su oficio...»[2] y que «Los naturales destas dos islas (…) se llaman mahoreros, por que traian calzados de los cueros de las cabras, el pelo afuera, unos como zapatos á quien ellos llamaban mahos».
Cifras ligeramente superiores se dan para Fuerteventura, donde según las crónicas francesas sus habitantes vivían más reunidos que en Lanzarote.
La economía de ambas islas se basaba principalmente y casi en exclusiva en la ganadería.
La cabaña ganadera −la mayor del archipiélago− estaba formada mayoritariamente por cabras, así como por ovejas de una raza sin lana.
También estaban presentes como animales domésticos, aunque en menor medida, un tipo de cerdo −al que denominaban ylfe en ambas islas− con rasgos arcaicos, y perros de pequeño tamaño relacionados con razas pastoras norteafricanas.
Se cultivaba sólo la cebada −llamada tamozen− en pequeños huertos arados con cuernos de cabra y palos próximos a los poblados.
Este cereal era transformado en gofio una vez tostado y molido, siendo alimento fundamental que se consumía mezclado con leche, agua o manteca.
Los cuerpos no presentan momificación como en otras islas, siendo simplemente envueltos en pieles de cabra y colocados en posición decúbito supino.
Existen asimismo referencias al enterramiento en túmulos y fosas, pero carecen de suficientes estudios modernos que lo corroboren.
Su funcionalidad no está clara, siendo considerado posible su uso como lugar de reunión o como almacén.
Estos eran excavados en la tierra, siendo el suelo arcilloso compactado y recubierto de piedras.
Como armas los majos utilizaban piedras y unas lanzas denominadas tezezes hechas con madera de acebuche.
La cerámica majorera era muy similar a la de Lanzarote, diferenciándose en dos tipos según sea su fondo plano o cónico.
En este segundo grupo se engloban piezas de diferente tipología: semiesféricas, troncocónicas, ovoides o globulares.
Como adornos usaban collares con cuentas hechas de conchas, diferentes piedras o huesos, bien pulidos y decorados con incisiones.
No se sabe con exactitud lo que representan, aunque se ha descubierto que los podomorfos de Tindaya están orientados hacia el Teide en Tenerife y hacia la isla de Gran Canaria.
[14] A su vez, también se han hallado grabados podomorfos en Lanzarote que están orientados hacia la Montaña de Tindaya.
Estos eran Zonzamas, que reinaba hacia 1377, Guanarame, capturado en 1393, y Guadarfía, rey cuando la conquista normanda en 1402.
Los cronistas apuntan a la creencia de los majos en un Ser Supremo omnipotente, concepto extendido al resto del archipiélago.
Según los cronistas los aborígenes de Fuerteventura adoraban a Dios alzando las manos al cielo.
Otra ceremonia aludida por los historiadores eran las procesiones en el oratorio o efequén, donde se realizaban libaciones de leche y manteca al ídolo allí ubicado.