Los primeros animales en los que se descubrió este sentido fueron las palomas mensajeras, la cual es un importante (pero no el único) medio de orientación.Se descubrió luego que también lo tenían otras aves, algunas tortugas e insectos como las abejas, hongos y hasta ciertas bacterias.En las abejas, la magnetita está embutida en las membrana celular de ciertos grupos de neuronas y se cree que cuando se reorienta siguiendo al campo magnético terrestre induce corrientes que modifican la polarización celular.Los tiburones y las rayas, los llamados elasmobranquios, tienen canales en el interior de su cuerpo que funcionan a modo de cables eléctricos, y cuyo movimiento en principio podrían servir para detectar la orientación del campo magnético.La influencia de campos magnéticos en reacciones químicas habitualmente es extremadamente débil, sin embargo, en muchas reacciones redox fotoquímicas la velocidad de reacción está determinada por procesos de transferencia electrónica; en ciertos casos particulares, los electrones implicados interaccionan durante cierto tiempo con los espines nucleares, y esta interacción puede ser enormemente sensible a la orientación del campo magnético.