Este período duró hasta 1610, en que cambió para volverse culterano, haciendo uso de metáforas difíciles, muchas alusiones mitológicas, cultismos, hipérbatos, etc., pero Dámaso Alonso demostró que estas dificultades estaban ya presentes en su primera época y que la segunda es una intensificación de estos recursos realizada por motivos estéticos.Aunque Góngora no publicó sus obras (un intento suyo en 1623 no fructificó), estas pasaron de mano en mano en copias manuscritas que se coleccionaron y recopilaron en cancioneros, romanceros y antologías, publicados con su permiso o sin él.El mismo año de su muerte Juan López Vicuña publicó ya unas Obras en verso del Homero español que se considera también muy fiable e importante en la fijación del corpus gongorino; sus atribuciones suelen ser certeras; aun así, fue recogida por la Inquisición y después superada por la de Gonzalo de Hoces en 1633.[7] Se suele agrupar su poesía en dos bloques, poemas menores y mayores, correspondientes más o menos a las dos etapas poéticas sucesivas.Entre ellos se sitúa el largo romance Fábula de Píramo y Tisbe (1618), complejísimo poema que fue el que costó más trabajo a su autor y tenía en más estima, y donde se intenta elevar la parodia, procedimiento típicamente barroco, a categoría tan artística como las demás, pero ya pertenece a su etapa última.[2] Junto a estos poemas, a lo largo de su vida, Góngora no dejó de escribir perfectos sonetos sobre todo tipo de temas (amorosos, satíricos, morales, filosóficos, religiosos, de circunstancias, polémicos, laudatorios, funerarios), auténticos objetos verbales autónomos por su intrínseca calidad estética y donde el poeta cordobés explora distintas posibilidades expresivas del estilo que está forjando o llega a presagiar obras venideras, como el famoso «Descaminado, enfermo, peregrino…», que preanuncia las Soledades.[8] Entre los tópicos usuales (carpe diem, etc.) destacan, sin embargo, como de más trágica grandeza los consagrados a revelar los estragos de la vejez, la pobreza y el paso del tiempo por el poeta, que son los últimos: "Menos solicitó veloz saeta...", "En este occidental, en este, ¡Oh Licio!..."Al final, Acis, el enamorado de Galatea, queda convertido en río.Se ensaya ahí ya el complejo y difícil estilo culterano, lleno de simetrías, transposiciones, metáforas de metáforas o metáforas puras, hipérbaton, perífrasis, giros latinos, cultismos, alusiones y elusiones de términos, procurando sugerir más que nombrar y dilatando la forma de manera que el significado se desvanezca a medida que va siendo descifrado.La estrofa no era nueva, pero sí era la primera vez que se aplicaba a un poema tan extenso.Su forma, de carácter aestrófico, era la que daba más libertad al poeta, que de esta manera se acercaba cada vez más al verso libre y hacía progresar la lengua poética hasta extremos que solo alcanzarían los poetas del Parnasianismo y el Simbolismo francés en el siglo XIX.Pero este argumento es solo un pretexto para un auténtico frenesí descriptivo: el valor del poema es lírico más que narrativo, como señaló Dámaso Alonso, aunque estudios más recientes reivindican su relevancia narrativa.De esa manera, mediante la elusión, una perífrasis hace desaparecer una palabra fea y desagradable (la cecina se transforma en «purpúreos hilos de grana fina» y los manteles en «nieve hilada», por ejemplo).Sin embargo, por obra de la Generación del 27 y en especial por su estudioso Dámaso Alonso, el poeta cordobés pasó a constituirse en un modelo admirado también por sus complejos poemas mayores.A tal extremo llegó la admiración que incluso se intentó la continuación del poema, con fortuna en el caso de Alberti (Soledad tercera).
Portada del Manuscrito Chacón, que transmitió la obra poética de Luis de Góngora
Monumento a Góngora, obra de
Severiano Grande
, en Salamanca, ciudad en cuya
universidad
estudió. Es un homenaje al poeta, la cara del escritor aparece inspirada en el cuadro que de él pintó Velázquez, junto a otros elementos como un águila que representa a Góngora. Debajo de estas figuras aparecen otras de la
Fábula de Polifemo y Galatea
, uno de los principales poemas de Góngora.
Página inicial de las
Soledades
(l. I, pág. 193) en el Manuscrito Chacón.
Monumento a Luis de Góngora en la Plaza de la Trinidad, Córdoba. Obra de
Amadeo Ruiz Olmos
.