Tras ser expulsado en 1914, finalmente fue requisado durante la Primera Guerra Mundial para trabajar en los astilleros de Rochefort-sur-Mer.
Cuando tenía días libres seguía vendiendo gofres y helados como cuando era más joven en España.
Después de viajar por Francia durante varios años, partió hacia el este del país, a Nancy, y acabó reuniéndose con su primo que vivía en Bar-le-Duc, pero abandonó la ciudad en 1921, prefiriendo el departamento de Haute-Marne y Saint-Dizier.
En 1922, afectada por la crisis, su pequeña firma de helados se desarrolla con dificultad y no consigue abrirse nuevas perspectivas económicas.
En 1931 compró un tostador, para complementar su actividad con la venta de cacahuetes tostados, que la familia ofrecía en los cafés, desde Chaumont hasta Vitry-le-François.
También será entonces cuando decidirá trabajar con artistas locales para realizar anuncios que permitirán a la marca lograr mayor visibilidad en la ciudad.
Fue une bendición para los hermanos Ortiz, que lograban comunicarse fácilmente con ellos en español y luego encontrar clientes habituales entre el ejército estadounidense desplegado en Haute-Marne.
Porque además de este ventajoso intercambio, la intervención del ejército estadounidense también permitirá a la familia fabricar su helado con más rigor.
A lo largo de este período, es un mayor del ejército estadounidense quien supervisa la maniobra, centrándose en particular en la higiene y las condiciones en las que se crea el helado.
Joseph Ortiz dirá más adelante que efectivamente fue en ese momento cuando pudieron desarrollar buenos hábitos de trabajo.