En Guayaquil, grabó nada menos que 60 discos sencillos, expandiendo considerablemente su repertorio musical.
Su enfoque en los boleros, influiado por su experiencia en Guayaquil, introdujo una nueva perspectiva en el panorama musical peruano, rompiendo con los estilos convencionales establecidos para este género.
Se dejaría en el pasado la concepción del bolerista como un intérprete refinado que recita cada verso con una perfección algo artificial.
Esto, en el futuro, sería lo que le permitiría acceder a locales nocturnos, estadios, lugares de entretenimiento nocturno, bares y grandes teatros, mientras que durante años le impediría entrar por la puerta principal (solo la principal) de los hogares venerados por líderes religiosos.
Finalmente, en Perú alcanzó el éxito y fue reconocido como el más destacado bolerista en la historia musical del país.
Ya con una vasta fama en Ecuador, en 1960, decide regresar al Perú donde siguió cosechando éxitos que lo llevaron al estrellato en toda América, firmando para el sello disquero de Marco Antonio Guerrero "MAG", éxitos tales como "Marabú", "Me engañas mujer", "Mentirosa", "Te alejas", "Copas de licor", "Mala", "Adúltera", "Mirando y sonriendo", "Borrasca", "Nido de amor" y muchos más.
En 1961, volvió a Chile y en Santiago grabó su primer Long Play, creciendo aún más su fama en ese país, Argentina, México, e incluso en los Estados Unidos.