Ludovico Silva

En 1964, recién casado,[1]​ participó en la agrupación poética Sol cuello cortado, junto a Caupolicán Ovalles, Héctor Silva Michelena y Ernesto Cardenal.

Colaboró en el periódico de tendencia marxista Clarín y en la revista literaria Cal, dirigida por Guillermo Meneses.

Esto le condujo a sostener una concepción contra la verdad universal, proponiendo cambiarla por la observación de verdades particulares, o lo que cada uno ve como hombre particular.

Por el contrario, consideró lo ideológico como algo determinado por la estructura social, pero no mecánicamente, sino dialécticamente, lo que involucra su carácter reversible y cambiante.

[4]​ En este orden de ideas, Ludovico consideraba que había una «nueva Iglesia» que era el marxismo ortodoxo, el cual había convertido los principios revolucionarios del marxismo en dogmas o principios de fe.

[6]​ De esta manera, afirmaba que «el marxismo vivo no consiste en “aplicar a Marx” como quien aplica un cartabón o un molde», sino que «consiste en asimilar y continuar críticamente su concepto de la historia y su análisis del capitalismo».

[8]​ Con respecto a la alienación, siempre negó que fuese un factor antropológico, es decir, esencial con la condición humana por naturaleza y propuso verla como un fenómeno histórico.

[9]​ Para él, en las sociedades capitalistas el humanismo es artificial «porque no alcanza a todos los individuos humanos, sino tan sólo a grupos privilegiados»; pero Ludovico defendió que en las sociedades que afirmaban estar en transición al socialismo también carecían de humanismo porque partían de un principio colectivista según el cual se había que eliminar la individualidad por ser un «residuo “burgués”».

Esto lo condujo a sostener una concepción contra la verdad universal, proponiendo cambiarla por la observación de verdades particulares, o lo que cada uno ve como hombre particular.

Según Ludovico, la concepción leninista del Estado terminó fortaleciendo esta institución, cuando realmente la idea de Marx era que «el Estado debía tender a su desaparición, en una sociedad socialista».

[12]​ No obstante, Ludovico señala que a pesar de que el marxismo comparte con el anarquismo la eliminación del Estado, «en su táctica juzga imposible tal supresión de un modo inmediato y apresurado», como defienden algunos anarquistas como Mijaíl Bakunin.

[10]​ Entonces, Ludovico concluye que «[l]a autogestión de todas las fuerzas sociales deberá reemplazar al Estado».

[14]​ Sin embargo, esta opinión de Ludovico contrasta con posiciones que defendía anteriormente como la siguiente:[15]​

La pedagogía constituye un fenómeno histórico porque nos revela valores, creencias y representaciones que generan las sociedades.

Como analista, una vez expresó que «la sociedad es una inmensa soledad gregaria, donde todos son ciudadanos y niños en edad prescolar».

La pedagogía recolecta el material de estudio, los datos empíricos y se establece una organización del mismo, según una orden dada principalmente histórica.

El proceso de enseñanza-aprendizaje se encuentra signado por dos funciones, una referencial y la otra emotiva.

La pedagogía debe ser el instrumento temático para conformar la estructura política y generar criterios antagónicos para llegar a una sola realidad, donde el educando se constituya en la figura central, porque la escuela va a cumplir expresamente una función socializadora.