Monseñor Segur figura, junto al Cardenal Pie, Louis Veuillot, Dom Guéranger, Monseñor Gay, Bonald, Le Play, Blanc de Saint-Bonnet y algunos otros, entre los máximos exponentes del pensamiento contrarrevolucionario francés del siglo XIX.
[2] Nacido en 1820, se dedicó primeramente a la carrera diplomática, siendo agregado a la embajada de Francia en Roma, en que podía al mismo tiempo satisfacer la pasión por las artes que había heredado de su madre.
Cinco años más tarde, el papa Pío IX le nombraba auditor de la Rota y Prelado doméstico.
Había sido rico; pero como daba mucho a los que le pedían, su fortuna se mermó considerablemente, hasta el punto de haber vendido sus muebles a fin de poder continuar sus liberalidades.
[2] Llevaba una vida muy austera, ayunando casi siempre, vistiendo lo mismo en invierno que en verano y acostándose en todo tiempo en una pequeña cama de hierro, si bien, a pesar de ser ciego, llevaba una extremada limpieza, que recomendaba mucho a los pobres como condición indispensable para llegar a ser algo en el mundo.
[2] Todos los años salía de París durante un mes, para descansar, según él decía, y en efecto, iba a encerrarse varios días en algún seminario de provincia, a cuyos alumnos confesaba.