Pasó un tiempo en Polonia, donde educó al príncipe Séverin Rzewuski, para luego regresar a París, donde se dedicó por completo a las letras y vivió del trabajo de la pluma.
Benedicto XIV, y luego Clemente XIII lo recibieron con honores.
En Italia mantuvo relaciones epistolares con varios miembros del Colegio Cardenalicio.
Después del reparto de Polonia, Caraccioli perdió su pensión y su situación económica decayó desde entonces.
Finalmente, los eventos de la revolución francesa lo llevaron casi a la indigencia, teniendo que sostenerse con la pensión de 2.000 libras que le fue concedida por la Convención Nacional, hasta su muerte en 1803.