Eduardo Paredes Barrientos, quien había llegado de Cuba con su familia en la misma aeronave rechazó la petición de los funcionarios, ordenándoles retirarse.
La noticia se filtró de inmediato en los periódicos.
Durante las semanas siguientes el gobierno, atacado por la prensa, el Congreso y la Contraloría General de la República, dio varias excusas contradictorias sobre el contenido de los paquetes.
Dijeron que eran libros, comida, cigarrillos y hasta artesanía; después se explicó que eran pinturas para una exposición de arte cubano que iba a ser montada en el Museo Nacional de Arte.
[2][3] Allende en persona decidió poner fin a las especulaciones y la presión política.