Loceras de Artenara

El Ceder (más tarde Aider), impulsó un proyecto en 1994 que evitó la pérdida de aquella artesanía popular.

Para ello, compró unas cuevas que habían sido alfar, convocó un curso de alfarería con las dos últimas loceras que aún vivían: Manuela y Carmela, y reformó aquellas cuevas hasta convertirlas en Centro Locero de Lugarejos.

Aquel mismo año, catorce alumnos guisaron 200 piezas de barro.

Entre los nombres de las últimas loceras tradicionales: Adelfina Cubas Pérez, madre en 22 ocasiones, que se fue a vivir a La Aldea, pero nunca dejó de hacer loza con barro de Lugarejos; Teresa Dolores Suárez Molina (La Cieguita); Manuela Santana Cabrera (1911-1996),[1]​ Teresa Lugo alias Carmela, aún activa en 2006, trabajando con su nuera Mari León;[2]​ y un alumno de Teresa la cieguita: Justo Cubas Cubas (quien entre el 73/78 montó en Vega de San Mateo el Museo "Cho Zacarías", antes de irse a Telde).

[6]​ La alfarería sin horno practicada en Lugarejos (y arquetípica en otras islas del archipiélago como La Palma y Fuerteventura) sigue un proceso arcaico precolombino: El tiempo de cochura siempre dependerá del tipo y cantidad de leña, la cuantía de loza a guisar y la meteorología ambiente.