Estas aplicaciones reales normalmente excedían las 100.000 líneas de código, tenían muchas rutinas orientadas a hardware específico (lo que complica su portabilidad) y además la gran mayoría de este software es secreto.
El resultado fue un benchmark que sirve para medir la capacidad del procesador en supercomputadoras.
Ciertos kernels son vectorizables, y la reprogramación para aprovechar esta característica es permitida siempre y cuando su uso sea solamente para la demostración de las capacidades de una determinada tecnología.
Los resultados deben ser enviados al ASCI (Accelerated Strategic Computing Iniciative o Iniciativa de Computación Estratégica Acelerada) del Laboratorio Lawrence Livermore, quienes se encargan de poner las reglas y verificar los resultados que son publicados.
Algunos kernels tipifican construcciones frecuentemente usadas y otras contienen construcciones que son difíciles de compilar en código de máquina eficiente.