Se inicia un proceso que con el tiempo dará origen a una literatura mestiza o peruana, aunque inicialmente acuse de una preeminencia hispánica.
El crítico Augusto Tamayo Vargas ha dividido a los cronistas en españoles, indígenas, mestizos y criollos.
Tres nombres se mencionan especialmente entre los cronistas indígenas, nativos o indios: Pero indudablemente el más importante cronista mestizo es el Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), considerado como el "primer mestizo biológico y espiritual de América", o en otras palabras, el primer mestizo racial y cultural de América, pues supo asumir y conciliar sus dos herencias culturales: la indígena americana (inca o quechua) y la europea (española), alcanzando al mismo tiempo gran renombre intelectual.
Acosta representa un momento en el que los estándares estéticos renacentistas están aún presentes en la escena literaria.
Entre los académicos de Palacio destacan los siguientes: El Neoclasicismo irrumpe en la segunda mitad del siglo XVIII y fue desplazando progresivamente al barroquismo.
Escritor satírico y muy mordaz, según Porras Barrenechea fue el “primer poeta cómico” del Perú.
Escritas entre 1860 y 1914, una edición definitiva fue compilada por Angélica Palma, la hija del tradicionista, en seis volúmenes (1923-1925).
Al romanticismo pertenecen también los siguientes poetas, escritores y dramaturgos: Tras la guerra del Pacífico (1879-1883) hay una reacción contra el romanticismo, liderada por el intelectual Manuel González Prada (1844-1918), quien cultivó una poesía que por su temática estetizante y la introducción de nuevas formas métricas fue un claro precursor del modernismo.
Esta tendencia, resultado del cosmopolitismo que vivía el Perú, pronto se desarrolló en otras partes de América Latina: en Cuba con José Martí; en Nicaragua con Rubén Darío; en Argentina con Leopoldo Lugones; en Uruguay con Julio Herrera y Reissig; en México con Manuel Gutiérrez Nájera.
Sus miembros manejaban una prosa elegante y ahondaban particularmente en las raíces de la historia nacional, con tendencias hacia el idealismo (Tamayo Vargas).
Fueron sus principales representantes: En ese ambiente impregnado de modernismo surgió una figura insular: José María Eguren (1872-1942), poeta limeño que abrió el camino de la innovación en la poesía peruana con sus libros La canción de las figuras (1916) y Simbólicas (1911), próximos al simbolismo y que reflejaban su mundo interior mediante imágenes oníricas, con las que reacciona contra la retórica y el formalismo modernistas.
En 1916 fundó la revista Colónida que agrupó a varios jóvenes escritores y que, a pesar de su breve existencia (se publicaron solo cuatro números), abrió el camino para la entrada de nuevos movimientos como la vanguardia en la literatura peruana.
Así empezó la interesante controversia sobre indigenismo e indianismo, vale decir, sobre la cuestión de que no sean los mismos indios quienes escriban sobre su problemática.
Muy relacionada con el cine neorrealista italiano, retrata la urbe cambiante, la aparición de personajes marginales y problemáticos.
Entre los narradores más representativos resaltan Ribeyro con Los gallinazos sin plumas (1955); Enrique Congrains con las novelas Lima, hora cero (1954) y No una, sino muchas muertes (1957); Luis Loayza, cuya obra es breve y poco conocida; y Vargas Llosa, quien a fines de la década del 50 empezó a publicar sus cuentos, aunque sus magistrales novelas aparecerán a partir de la década de 1960.
Junto a los narradores, surge un grupo de poetas entre los que se destacan Alejandro Romualdo, Washington Delgado, Carlos Germán Belli, Francisco Bendezú, Juan Gonzalo Rose, Pablo Guevara.
Mantuvieron relaciones personales en la revista Mar del Sur, dirigida por Aurelio Miró Quesada, de clara tendencia conservadora; y designaron a Emilio Adolfo Westphalen como guía poético.
A esta situación histórico - literaria, habría que añadir el grupo de los llamados Poetas del pueblo, vinculados al partido aprista fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre, integrado por Gustavo Valcárcel, Manuel Scorza, Mario Florián, Luis Carnero Checa, Guillermo Carnero Hoke, Ignacio Campos, Ricardo Tello, Julio Garrido Malaver, quienes reivindicaron como paradigma poético a Vallejo.
A esta generación pertenecen los narradores Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez, Eduardo González Viaña, Jorge Díaz Herrera, Alfredo Bryce Echenique y Edgardo Rivera Martínez.
Con la aparición del movimiento Hora Zero y su revista homónima, en 1970, que esta generación sentará presencia en la escena cultural peruana.
En este segundo momento aparecen, entre otras, las voces de Mario Montalbetti, Juan Carlos Lázaro, Carlos López Degregori, Luis La Hoz, Enrique Sánchez Hernani, Bernardo Rafael Álvarez, Armando Arteaga, Alfonso Cisneros Cox, Jorge Luis Roncal, Gustavo Armijos y Jorge Espinoza Sánchez.
Destacarán la ya citada Carmen Ollé, Sonia Luz Carrillo, Rosina Valcárcel, Rosa Natalia Carbonell, entre otras.
El movimiento fue liderado por varios grupos teatrales surgidos en estos años, entre los que descuellan Cuatrotablas, encabezado por Mario Delgado, y Yuyachkani, por Miguel Rubio Zapata, ambos creados en 1971.
Merece destacarse la labor poética y la perseverancia, desde las provincias, de Alberto Alarcón, Houdini Guerrero, Emilio Saldarriaga, Segundo Cansino, Carmen Arrese, entre otros.
El grupo de poetas vinculado a la Universidad San Agustín (Oswaldo Chanove, Alonso Ruiz Rosas, entre otros) fue muy activo.
Cabe mencionar también a Patricia Alba, Mary Soto, Mariela Dreyfus y Dalmacia Ruiz-Rosas.
En poesía destacan Montserrat Álvarez con Zona dark (1991), Xavier Echarri con Las quebradas experiencias (1993), Domingo de Ramos con Ósmosis (1996), Doris Moromisato, Odi González, Ana Varela, Rodrigo Quijano, Jorge Frisancho, Ericka Ghersi con "Zenobia y el Anciano" (1994), Rafael Espinosa, entre otros antologados en la polémica antología Poesía peruana siglo XX (2000) de Ricardo González Vigil (Universidad Católica).
Simultáneamente, dos escritores del grupo Narración alcanzan su madurez durante este decenio: Oswaldo Reynoso y Miguel Gutiérrez, quienes regresan al Perú luego de una larga estadía en la China comunista, que los desengaña de sus aventuras políticas juveniles.
En 2005, Jaime Bayly, criticado por sus detractores por emplear la narrativa como complemento de su celebridad televisiva, es único finalista del Planeta.
En este nuevo perfil profesional se pueden entender las novela de Jeremías Gamboa, Contarlo todo, y Renato Cisneros, La distancia que nos separa.