La competición fue ganada, contra todo pronóstico, por el Steaua de Bucarest rumano, que derrotó al F. C. Barcelona en la final disputada en Sevilla (España), en la tanda de penaltis, después que el partido, con prórroga incluida, terminara con empate a cero.
El club rumano se convirtió así en el primer equipo del bloque comunista en ganar la máxima competición de clubes europeos.
En la tanda de penaltis el portero rumano Helmut Duckadam se erigió como el jugador del partido al lograr detener todos los lanzamientos del conjunto culé, mientras que su equipo logró transformar dos.
El Steaua alzó la copa con el estadio prácticamente vacío, ya que la mayoría eran seguidores del F. C. Barcelona que abandonaron el estadio una vez consumada la derrota.
La derrota en esta final fue el detonante de una gran crisis institucional en el club catalán.