Leonor Fernández de Córdoba y Milán de Aragón

Ambos se conocieron cuando el conde reunió, en una tertulia literaria, a Juan de Mal Lara, Francisco Pacheco, Baltasar del Alcázar, Juan de la Cueva, Mosquera de Figueroa, y el propio Herrera.Fue este último quien pronto convirtió a la condesa en protagonista de su poesía amatoria.Ante la inexistencia de datos que corroboren una auténtica relación amorosa entre los dos, más allá del ideal poético neoplatónico imperante en la época, es evidente que entre el escritor y la noble existió una gran confianza, ya que Leonor lo hizo depositario de su testamento.[2]​ Herrera se refirió siempre a su musa empleando términos del campo semántico de la luminosidad tales como Luz, Lumbre, Estrella, Eliodora, Sirena y Aglaya.[3]​ El poemario Algunas obras, publicado en 1582 en Sevilla, está considerado el mejor exponente de Herrera en cuanto a asimilación del significado del Canzoniere como historia amorosa; tanto es así que Gallego Morell[2]​ lo considera como el «Cancionero en honor de Madonna Leonor».