[3] En el diseño original del edificio, realizado por el arquitecto Narciso Pascual y Colomer, no estaban previstos, y en el lugar que ocupan actualmente se preveía se alzasen unas farolas.
No obstante, estas farolas no eran del agrado de los diputados ni de los ciudadanos en general, pues no tenían la solemnidad que el lugar requería, y se acordó su retirada para colocar unas estatuas de leones, con una accidentada historia, pues se han tenido que hacer tres encargos hasta llegar a los actuales.
Los leones se colocaron en el año 1851 con una ovación general, pero al cabo de un año, por las condiciones meteorológicas, los leones presentaban un estado deplorable, y comenzaron las críticas de ciudadanos y prensa hasta el punto de que se optó por encargar otras esculturas con materiales más nobles y duraderos.
El situado a la izquierda mirando hacia las escaleras del Congreso es el de mayor peso, 2668 kilogramos, (sería Hipómenes).
[6] Aunque popularmente conocidos como Daoíz y Velarde, varias fuentes[7] influenciadas por la leyenda urbana indican que los leones esculpidos por Ponzano son, en realidad, los mismos que los del carro de la Fuente de la Cibeles, un conocido monumento de Madrid que data del siglo XVIII.
Corroboraría este hecho el que los leones del Congreso tampoco se miren entre sí: uno de ellos dirige su cabeza hacia la Plaza de Neptuno y el otro hacia la Puerta del Sol.
Cuando Velázquez viajó a Italia para comprar obras para Felipe IV, encargó unos leones al escultor Matteo Bouncelli.