Con la llegada de los beys husainidas, Bardo se convirtió en un centro político, intelectual y religioso.
[2] El Bardo fue originalmente un palacio construido durante el reinado del sultán hafsí Abu Faris Abd el-Aziz el-Mutawakkil (1394-1434) y toma su nombre de la palabra española "prado".
En la segunda mitad del siglo XV, el viajero Adorne describió los jardines plantados de árboles frutales y las residencias reales.
Más tarde, los beys muraditas se decantaron por este emplazamiento: Hammouda Pacha (1631-1666) restauró y embelleció el palacio, convirtiéndolo en la residencia permanente de la dinastía.
A principios del siglo XIX, el complejo incluía también un zoco, cuarteles, establos y una prisión, sin olvidar las residencias de altos dignatarios.