Tras la derrota, fue aclamado emperador por los soldados del tema anatólico, del cual había sido gobernador, y por los tracios y macedonios que habían logrado escapar con vida de la batalla.
Desde Adrianópolis marchó sobre la capital, donde recibió la bienvenida del senado y fue coronado emperador por el patriarca Nicéforo.
Tras morir este último, firmó una tregua de treinta años con su sucesor, Omurtag.
A continuación, intentó la negociación con el patriarca Nicéforo, pero este se mostró reticente.
El sínodo convocado en 815 restableció la iconoclastia, que a diferencia del primer periodo iconoclasta, encontró poca oposición en principio, siendo la más notoria la de los monjes estuditas, que sufrieron de nuevo el exilio.