A la media noche de ese día, seiscientos hombres más tomaron y asaltaron el puerto.
El 1° de junio, “Lorencillo” levó anclas, desplegó velas y se hizo a la mar.
Dejó tras él cuatrocientos muertos, además de miseria y desolación.
La duración de la batalla y la demora en el ataque habían permitido a los residentes trasladar sus bienes.
Una vez más, De Graaf intervino para detener la violencia contra los rehenes.
En represalia, De Graaff allanó Tihosuco, donde los bucaneros saquearon e incendiaron edificios.
Por su educación como marino tuvo grandes desavenencias con Nicolas van Horn y Michel de Grandmont, filibusteros que trataban con gran crueldad a sus prisioneros.